Fotos: Raúl Lozano

"¿SABEN aquel de un descerebrado que pretendía que se derribase la torre de la catedral de Jaén porque le quitaba el sol a su terraza? La paranoia, a veces, no tiene límites. Molestan los campanarios y las campanas. De largo le viene a los Obispados las quejas ocasionadas por sus tañidos y los hay que no soportan tantos toques reiterados porque los decibelios les aturden el sueño. En pueblos de la provincia ya nos venimos haciendo eco de las molestias causadas por el desagradable tintineo que produce a los vecinos los toques horarios durante la noche.
Queda a destiempo el toque horario de las campanas. A lo sumo, como ocurría en mi pueblo décadas atrás, marcar las horas claves: el alba, por si alguien se quedaba dormido y salía al campo con el sol bien alto; el ángelus, para anunciar la hora de regresar a comer; y la oración avisando que el día estaba echado. Toques con sentido en tiempos en que los relojes brillaban por su ausencia y uno se guiaba por la posición solar, cuando el día no estaba nublo. Tañidos que han desaparecido del calendario, tan solo quedan los dos más demandados: clamores anunciando la muerte y festivos la resurrección, para salvaguardar la idiosincrasia del pueblo como costumbre ancestral.
Porque si nos quitan los toques de campanas, ¿de qué nos vamos a quejar en los pueblos vacíos? ¿De los ladridos de los perros a cualquier hora de la noche? ¿del rugido de los tractores al amanecer? Reconozco que Hinojosa del Campo no necesita para nada que sus campanas estén dando la tabarra toda la santa noche para anunciar puntualmente las horas a la treintena de almas que moran en él. Lo curioso es que no se quejen los que viven los 365 días del año, habituados a ellos, y lo hagan veraneantes no acostumbrados al ruido de la (gran) ciudad. Porque en las ciudades tenemos de todo menos problemas acústicos y ruidos de vecindad en horario libre que sobrepasan...
Al tanto por si cualquier día nos sale algún perroflauta pretendiendo acallar la campana de la Audiencia."
Leopoldo Torre y García
"MALOS, malos tiempos corren para la lírica. Tendría dificultades el poeta para escribir hoy lo que si pudo escribir ayer: "La campana de la Audiencia da la una". Que quieren que las campanas enmudezcan, oiga. al menos la de Hinojosa del Campo, que será una estática campana silenciosa. La Audiencia Provincial ha sentenciado que ya no es necesaria porque hoy todo el mundo tiene reloj u otros artilugios en los que hacerse con la hora. Que digo yo que la campana de un pueblo es algo más que el reloj; es el sonido de un pueblo.
Con esta sentencia se atiende la denuncia de uno de los veraneantes del municipio al que, al parecer, la campana le impide conciliar el sueño, aunque al resto de los vecinos, los que viven allí todo el año, no les causa malestar alguno el tañido. Será que están acostumbrados y a lo peor se despiertan sobresaltados ante la falta del cotidiano sonido. En esto de los sonidos somos muy nuestros, que en una pequeña encuesta de este periódico los vecinos de Soria decían que no querer una clepsidra en la ciudad por el ruido que produciría el agua. Cualquier día prohíben el piar de los pajarillos, más que nada para que en el campo únicamente se escuchen las insulsas, cuando menos, melodías de los teléfonos móviles. A la campana de Hinojosa, que va camino de los doscientos años sonando en el pueblo, no le han reconocido como derechos adquiridos el siglo y medio largo que lleva volteando. A los pueblos que ya se quedaron sin niños, escuela, maestro... les quitan ahora la campana. Y gracias si aún da agua la fuente.
Pero no ha sido la campana la única condenada, también lo ha sido la iglesia, que deberá indemnizar con dos mil euros al denunciante por los daños morales causados, en lo que se me antoja una exageración léxica. Me parece a mi que sería de lo más propio hablar de los posibles perjuicios ocasionados, aunque reconozco ser lego en materia jurídica y, por tanto, en su particular uso del vocabulario. Así es que, sintiéndolo mucho, a los vecinos de Hinojosa del Campo no les quedará otra opción que acudir a la muletilla de acepto la sentencia aunque no la comparta como no podía ser de otra manera"
Fernando G. Córdoba
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